miércoles, 28 de julio de 2010

Aurelio


Portada del nº 11 de la Revista Literaria La Sierpe y el Laúd-1998

(Artículo de Manuel Dato, miembro actual de La Sierpe y el Laúd)
"Es muy de madrugada, insomnio, hace calor, Ángel Almela me urge y no encuentro el camino. La ansiedad me muerde… y espalda.
Sé que aquí me traen 30 años de La Sierpe y el Laúd y que abriéndolos me encuentro con un tiempo que es mi historia, una historia de amistad y literatura resuelta en AURELIO GUIRAO. La historia de La Sierpe y el Laúd. Conozco esta casa que me habita, quién me mora y a quién amo en recuerdos y en ausencias. Pero no encuentro la voz precisa que me guíe entre la trama de anécdotas, de la que soy gris, que conforman su trágica vida, su hermosa obra, su bendita amistad. Y, mientras, planto cara al recuerdo y a sus lágrimas y vago blando leyendo sus poemas.
En la ventana canta el verano, es lunes pero con el síndrome de fin de semana: botellas con rigor espiritoso, imprecaciones al rosario y al amigo, tenores libidinosos y camarones grotescos, amiga con fervores paliativos, algún “te quiero más que la hostia…“, “tu puta madre”, entreoigo al fondo, y son las tres. Intento con IPOD acallar el síndrome y mi ansiedad. Spock’s Beard en su X me gusta, tiene un aire musical que reconozco, es una sensación que me lleva a Pink Floyd o a Jethro Tull. Pero creo que no es un buen comienzo pasear por Aurelio con una música de la que abominaba indefectiblemente: … Mas arriba una boca escupe desperdicios,/… quefelizsoy bai-lan-d o- el rock…

Tal vez desenrede los sentidos con la música que Aurelio sublimaba: un Réquiem, una cantata de J. S. Bach o mejor un Vivaldi en su Stabat Mater, o en la estación que mejor me duele: Otoño, o con estos versos de un poemario con el que quise agradecer a todos los asistentes al homenaje que se le tributó a Aurelio Guirao meses antes de su muerte en forma de Recital con su poesía y que luego, por voluntad de Sierpe y amistad, se publicó en libro con el título de Aúreo (La Sierpe y el Laúd, 1996):
Estamos aquí,
abiertos y metamórficos,
cercados por unos versos
que arden y lastran,
que escenifican momentos
donde el yo se oculta
para amanecer Aurelio,
una suerte de amor y barro,
de sexo y otoño,
en la solana de su poesía.

Hay una carta, publicada al año de su muerte en la que yo decía:
“ La Navidad, un día de inocentes nos volvió a reunir con propósitos de amistad y literatura, fuimos llegando con un vacío manifiesto, pero esto se disipó rápidamente al comprobar que cada uno traía tu nombre en los labios como aderezo y tema. La escena resultó hermosa porque nadie entonó sombras ni arguyó versos elegiacos…[…] Por otra parte, y te lo cuento tal vez para descargar mi pesimismo, todo permanece tristemente estático desde que te fuiste: algunos siguen empeñados en alinearnos con una bandera y definirnos con un color y no se cansan de ladrar a las sombras y de bailar con su egolatría… Hacia el sur se sigue cultivando sangre para cuadricular una religión y la libertad…, hacia el norte ya se cosecha el fuego, el odio y el luto… quedo esperando tus noticias.”
… y un dolor de ayer que grabé para mi oprobio en el prólogo de mi libro Aúreo:
“Era la tarde y aún nos dictaba paisajes… En nuestra sonrisa se ahogaban las palabras… Sentíamos su magisterio… Todos certificamos nuestro amor mientras fumaba a la hora del cansancio. Quiso que le leyera un poema, me negué por esta absurda manía que tengo de esconder la voz o por no ilustrar de más elegía el ambiente, quiso que le leyera un poema y disimulé otro horizonte, bien lo siento. Era la tarde y anochecimos a eso del tercer cigarro… Salimos envueltos en sombra y pena… Salimos dejando el corazón en una encrucijada… Salimos camino del siempre en su poesía y su recuerdo esperando el anochecer y su orfandad.
Y Aurelio Guirao sigue cerca de nosotros, de su casa durante los últimos quince años de su vida, La Sierpe y el Laúd, y nosotros seguimos sintiéndolo a nuestro lado, proyectando nuevos retos literarios, ayudando a diseñar nuestras publicaciones, preparando Recitales o simplemente contándonos ocurrencias, enseñándonos poéticas, leyéndonos versos,…

Y el coordinador de la Sierpe y el Laúd me urge a terminar este escrito que celebra con otros nuestro 30 Aniversario, y no encuentro el camino. Y entonces evoco el último poema en su boca, mientras anochecía, entre llanto y aplausos:

Pisad entre mis huellas.
si encontráis un verso con alas,
si espigáis una imagen hermosa,
desgajadlos del resto cenceño del mensaje
gozadlos sin hartura.

¿Será que no sé pisar entre sus huellas?".